domingo, 15 de junio de 2008

(I) Deseo Insaciable















Poco mas que dos miradas chispeantes, y su lengua humedeciendo aquellos labios, gruesos y hambrientos, bastaron para hacerle saber que lo estaba deseando tanto como el a ella.
A fin de cuentas, cuando una amiga te cita a una de la mañana para tomar algo en su casa, es para algo más que hablar, pensó, acertadamente, el.

Ella se acercó, y después de agarrar con fuerza su trasero, le susurró al oído algo que hizo que el deseo se convirtiera en algo por encima de la razón. "Estaría follando todo el tiempo, en el trabajo, en el coche, en casa, mientras duermo..."

El la miró de nuevo, de arriba a abajo, como solía hacer. Intentado ser consciente, intentando memorizar en sus retinas, cegadas ahora por la lujuria, todos los poros de esa piel que iba a devorar con tanta ansia contenida.

Las escaleras, tantas veces ascendidas y descendidas, se hicieron eternas, mientras ella, delante, iba dejando caer la poca ropa que aun llevaba encima.
Al cruzar el umbral de su dormitorio, ella se giró, casi de manera inconsciente, para comprobar si el seguía sus pasos hacia ese templo del deseo en el que ella había convertido su cama. Su Cama.

Antes de que ella pudiera articular una sola palabra mas, el hizo que sus labios se encargaran de silenciar las reglas del juego que ella querría imponer. Ahora no, hoy no. Desde ese instante, ni el ni ella mandaban. Era el deseo quien lo hacia. Eran las ganas, el hambre, la furia de sus cuerpos, empapados por el calor, quien mandaría esa noche, el único que impondría reglas, normas, criterios. En definitiva, el único que sabia lo que hacia.

Sintió como sus muñecas eran aprisionadas de manera certera por sus manos, grandes, cálidas y fuertes. Sintió su voluptuoso pecho aprisionado contra el, y sus pezones responder al estimulo del roce de su piel. Sintió su cuello derretirse en su boca, mientras un escalofrío recorría su espalda, desde su trasero, hasta el fin de su nuca. Pudo ser consciente de como sus braguitas se deslizaban entre sus muslos, ahora empapados. En ese preciso instante, dejó de pensar qué seria, cómo seria o qué ocurriría mas adelante. Decidió dejar de decidir, y abrió la boca solo para decir "Llámame Lola".

“Cállate, Lola, y ven aquí...” Fue lo ultimo que el dijo, antes de sumergir su lengua, viva, exploradora, curiosa, entre sus pechos, sintiendo el sabor salado del sudor de la fiesta previa, y el dulce perfume del festín que se avecinaba. Eran muchos los meses de espera, muchas las conversaciones estúpidas, muchos los reproches absurdos de Lola. Mucho sinsentido, y mucho cuerpo que comer y beber. Y hoy, se iba a dar un atracón de mujer. Sus cuerpos ardientes encajaban a la perfección uno sobre el otro, al mismo ritmo, al mismo compás de aquella música que los dos adoraban. Las caderas de Lola eran un infierno, y su cuerpo, excitado como siempre, deseaba abrir aquellas puertas del deseo insaciable que solo podían emitir un mensaje en los labios de Lola.

- "Devórame, devórame..."

Apretando dentro de su puño la fogosa melena de Lola, se sintió poderoso. Mientras sus colmillos se clavaban en el hombro derecho de semejante mujer, y con la boca llena de pasión, se sumergió en las profundidades de aquello que mejor sabia complacer. Su saliva, sus dedos, y la punta de su lengua, la saboreaban, y sentir como su pulso aumentaba, y el clítoris de Lola chorreaba deseo... era pecaminosamente delicioso.

- "Follame, cabrón. Acaba conmigo"

Sus gemidos se fundieron en uno, así como sus cuerpos dejaron de ser dos. No había un límite, una línea trazable, una hora final…
Todos los centímetros que entraban y salían de manera mecánica dentro de Lola, rugían de pasión y de excitación. Ella podía sentir uno a uno, poro a poro, como sus impulsos la llenaban una y otra vez. Y eso la hacia enloquecer de placer. Su espalda arqueada, su cuello entregado, su boca abierta, sus gritos... era el momento, era ahora, era en este instante. Lola volaba...en el mismo segundo que el lo hacia, llenándola de su esencia, de aquello que había necesitado darle en tantas ocasiones. De su deseo inmenso, de su sexo eterno, de sus caricias tiernas, de su amor incondicional. Y era allí. En Su Cama, Su Templo. Su Mundo.

- "I love you, baby. I love you, baby. You are mine".

Miles de besos, cientos de escalofríos, millones de orgasmos, docenas de susurros y centenares de abrazos después, las pupilas dilatadas de Lola, reflejaban sus labios desbordados de satisfacción.

Mientras ella estiraba su brazo, para acercarse el teléfono, el pregunto:

-"¿Mañana?"

Después de mirar la pantalla de su móvil, y sonreírse, y justo antes de pulsar ese botón verde que daba acceso a aquella boca, a aquellos susurros, a aquella voz dulce, sincera, sensual y deseada. Lola hizo un leve gesto con su mano y acertó a decir:

- "Nos vemos"







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