domingo, 13 de enero de 2008

Mea Culpa

Cuando uno explota, todas y cada una de las partes del cuerpo se echan las culpas mutuamente.

Tu, Boca, que has salpicado su rostro, sus ojos de miel, sus mejillas rosas, su pelo de fuego, sus pequeñas orejas y sus labios color atardecer, con toda esa frustración y acusaciones vanas, camufladas de razón y de locura, cuando ayer recibías sus labios y saboreabas el cariño que sintió por ti.

Vosotras, Manos, que habéis aireado los reproches, la sensación de abandono, las ganas de sentir cada milímetro de su piel contenidas tantos meses, y habéis transformado aquellos dedos que una vez contaron sus pecas y lunares, trazando un mapa del deseo en su cuerpo, ahora señaláis, culpable de desamor a su rostro, que pálido y aturdidisimo, contempla apabullado esta avalancha de dolor excesivo.

Ojos, que rezumáis fuego, cuando delante vuestro solo habéis tenido ternura, comprensión, silencio y miradas que hacían que el resto de los hombres fueran más pequeños.

Y Pies, para qué os quiero, si solo sabéis tomar el camino equivocado, en el momento erróneo, en la dirección opuesta a donde os indican el corazón y la cordura.

Sobre ti, pequeño Corazón, que yaces aquí, muerto, roto, gris, en la boca de mí estomago, escribiré más adelante, si es que algún día soy capaz de perdonarte tu Traición, las líneas que te mereces.

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